ÁLVARO ÁLVAREZ VILLAMARTÍN
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HOMENAJES

Desde una atalaya

Eugenio García Fernández

Al pintor Álvaro Álvarez Villamartín

Sé que no podré hacerlo:
descifrar
en la vasta oleada de los trigales verdes
la alianza del viento con la luz.
En la tierra, y a rachas
de sol y de agua oscura,
el mismo movimiento de las nubes.
Nosotros,
centinelas o arqueros,
o espías de lo bello,
desde lugar muy alto
hallamos la frontera
que divide dos mundos:
resplandeciente, intacta,
igual que una custodia
que hubiese abandonado
un bárbaro en la huída,
la fábrica de un templo.
Sé que no podré hacerlo:
descifrar espejismos de finales de Mayo
cuando todo está en vilo y parece expectante;
cuando se mece todo en la proa del viento
y de viento, asimismo, son todas las palabras.

Dos momentos de la pintura

Eugenio García Fernández

1. Monet y la abstracción

De su extenso jardín de maravillas
-el caprichoso puente japonés, los sauces,
los iris que fulguran y aún no queman,
el azul religioso de los lirios,
las ninfeas que abren
su silencio extasiado sobre el agua-
me queda en la pupila un torbellino
de color, no unas formas.
Y, sobre todo, el viento.
Susurro, mar adentro, entre los árboles.
El viento de hace un siglo en Giverny.
Una voz que no existe y aún seduce,
incesante, visible,
en un jardín abstracto.

2 .Metamorfosis

Cuando todo se adensa en el silencio
del invierno, ¿quién dice
que la vida es estéril, que ni siquiera un pájaro
se podría atrever a traspasar
esa bóveda frágil que sostienen las horas…?
Del asombro de los crepúsculos de Villafría,
sometido al arte
no lento, arrebatado,
de un proceso alquímico,
surge la realidad de unos lienzos
en los que la belleza,
pura y libre de analogías,
no se pliega a la tiranía de los nombres,
no se inhibe en la servidumbre a los contornos,
no se adapta a la limitación de las formas.
Disgregada, expansiva, cálida,
es en sí misma, indefinida, como pudiera serlo
la insumisa mirada de un mago
que se llamase Álvaro Álvarez Villamartín